Nov 07. En ninguna parte del mundo se están produciendo tantos cambios importantes en el negocio de las aerolíneas como en América Latina. La forma final todavía es opaca, pero una cosa está clara para la industria de la aviación de la región: Todos los ojos están atentos a cómo se desarrolla esta transformación.
Doce minutos. Ese es todo el tiempo que le tomó a la junta directiva de Avianca, la segunda aerolínea más grande de América Latina, para definir el destino de la compañía e iniciar una serie de cambios radicales en la industria aérea de la región.
La fecha era el 10 de mayo de 2020. Era un miércoles primaveral parcialmente nublado en Bogotá, donde tiene su sede Avianca. El tiempo, sin embargo, era probablemente de poca importancia para la junta directiva que se reunió por teleconferencia para decidir el destino de la aerolínea a las 8:03 a.m. hora local. Los 10 consejeros, incluido el entonces director financiero y ahora consejero delegado, Adrian Neuhauser, estaban marcando, o posiblemente haciendo zoom, para entrar.
Ante ellos había una decisión trascendental: Llevar o no a Avianca a la bancarrota, dado que, como muestra el acta de la reunión, los flujos de caja de la aerolínea estaban «gravemente afectados por los efectos de la pandemia de Covid-19». Si votan que sí, sería la mayor quiebra de una aerolínea hasta ese momento de la crisis.
Todos los hechos expuestos a la junta directiva apuntaban a un voto afirmativo. El transporte aéreo mundial estaba a un mes de su nadir pandémico en abril de 2020. El espacio aéreo en Colombia, el mayor mercado de Avianca, había estado cerrado desde el 20 de marzo, y los vuelos de la aerolínea suspendidos desde el 25 de marzo. Y luego estaba la «incertidumbre causada por la limitada visibilidad que la industria [tenía] con respecto a la recuperación de la demanda.»
Fuente: Skift
